Los días están tibios, y sin pensarlo, ya son calmos como párpados de niños dormidos.
En las murallas, panfletos de Salo Reyes, el bizco estacionando autos, el cojo pidiendo monedas, y los gigantes del cementerio velando el primer lugar de árboles y silencio que descubrí.
Así son mis días en este Chile que consume mierda por televisión, esconde su inconciencia bajo 700 metros de tierra imperial, y no es capaz de llorar el absurdo de esta injusticia bicentenaria...(al final es lo mismo, asunto de tierras pensaran…)
Asisto a mi lección. Me encierro en una caja de espejos, donde aguardan niños mordidos por las feroces vidas adultas, de donde intentan escapar pintando casas con dientes y brazos abiertos….pequeños héroes de su vulnerabilidad.
Comienzo a mirar, e intento acomodarme y encajar en estas calzadas de pavimentos rotos…las banderas siguen flameando e enviando mensajes…, y yo… esperando despegar y comprender.