
Estamos en la caótica capital de la mítica isla de la mafia. Recorremos sus calles principales; Vittorio Emanuele, cuatros esquinas, la fuente de Petroria, la verguenza, su catedral e iglesias. Recorremos sus calles revueltas, herederas de árabes, bizantinos, normandos y españoles, una mixtura cultural que permanece viva en personajes y aromas. Se respira esa mezcla en sus calles angostas y empedradas, se evidencia en las túnicas africanas, turbantes, música, tabaco y motos apurando tu paso.
Nos perdemos en la periferia y caemos en las estrechas ferias callejeras que a diario se levantan a los pies de impresionantes cúpulas barrocas o castillos normandos....en esa mezcla eufórica, la sed se sacia con vino o un refrescante Jugo de “naranjas rojas” recién exprimidas. Pruebo las mejores aceitunas de mi vida, hay decenas, algunas marinadas en ajo, oliva y ají, ....deliciosas.

Mientras un grupo de elegantes italianas en vestidos y tacos, se levantan las faldas para no tropezar con restos de pescado o verduras del suelo húmedo, para luego perderse en una iglesia centenaria a celebrar un matrimonio.... Caminando probamos hojaldre relleno de ricota (cannoli) o masas de pistacho, helados de limón o chocolate y el sabor se engrandece entre gritos, acordeón, regateo y exageradas ofertas de gentiles italianos, que cada 20 min, detienen sus labores para fumar, besarse o sonreír.....
Palermo nos sabe a vino, mozzarela de búfalo, rúcula, tomate y prociutto, a café espeso e intenso, a un caos maravilloso, un gozo gastronómico y visual que hacen alucinar y enamorarse de esta isla.

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