Regreso al antiguo territorio de la infancia, de la sangre y la historia. Es un viaje en reversa resignificando y cuestionando el discurso oficial. Tomé unas semanas para el experimento... el de quedarme enredada en las raíces: incomodarme, agobiarme o emocionarme profundamente, reactivar las defensas, reconocer en mí, los patrones automáticos que creí desactivar.
Dejarme atravesar por todo eso que heredamos y queremos devolver.... todo eso intenso, amado y enloquecedor que nos sigue moldeando, quebrando y dando vida.
Estoy en un viaje a contra tiempo, con memorias que se diluyen y pierden. Entre abuelas, hermanas y madres de una tierra negra, que recibe tomates abiertos y desangrados en su suelo humeante... En este retorno “río abajo del Itata”, su cauce es mi territorio, son sus cuerpos, mi cuerpo.
Estoy descifrando y re nombrando con mi propio abecedario, una historia subterránea que trae nuevos sentidos.... Quiero entender a mis mujeres en sus fracturas, en sus silencios, en sus abismos y pactos. Integrar sus distintas formas; desde su ternura y gentileza hasta en su llanto y desesperación.
Dejar que sean grito, derrumbe y resistencia. Porque sus vidas, son montañas sumergidas, invisibilizadas y negadas. Vengo a este territorio a palpar huellas, abismos, secretos, quiero tocar las piezas, sentir sus bordes, sus margenes difusos, ser parte de las piezas por sanar, librar, honrar.
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