“La muerte no termina con la vida,
la transforma,
La dobla hacia adentro
la vuelve raíces,
para otras semillas.
A veces se disfraza de olvido.
Otras, de memoria pura”
Agostina Guolo.
¿Cómo se despide a una mujer que casi vivió 100 años? …. lo haré desde donde comienzan mis recuerdos contigo en Coe, siendo niña, colgada de tu delantal, siguiendo tus interminables carreras cotidianas por la casa. Viéndote Avivar el fuego, revolver ollas, tejiendo, cosechando huertas, sirviendo el té.
Quiero Agradecer tu presencia y lo importante que significas en mi vida.
Sé que tuve la fortuna de compartir tu mejor versión; la abuela cariñosa, cercana y disponible. La que me recibía con un vals en el umbral de su cocina, escogía las frutillas más lindas, me preparaba agüitas de hierba. Con quien veía las series de terror de Alfred Hitchcock, y se acostaba conmigo, hasta que pasara el miedo.
En tu jardín, explotaba la primavera y bajo tu parrón, los veranos serán eternos.
Las memorias huelen a galletas de Navidad, a noche de pascueros y luciérnagas. Las memorias en tu terraza, donde a todos nos tocó, pincharnos los dedos de espinas.....
A través de tus manos creadoras, fui aprendiendo del mundo; de un nido sacaste un huevo y lo pusiste en mi mano; entendí que la vida nace de adentro hacia afuera, sin apuro y con paciencia… En la huerta, me explicabas que plantas bajitas pueden dar frutos inmensos como un zapallo y que árboles inmensos, dan pequeños frutos como las bellotas, o que el centro de un girasol, está lleno de semillas.
A tu lado, incorporé los Ciclos de la naturaleza y la tierra, ritmos, que nos conectan indudablemente a nuestra humanidad. A saber esperar y comprender los procesos y tiempos de la vida, señales que atesoro y que hasta hoy me guían.
El que conoció tu casa, sabe de tu hospitalidad, su buena cocina y largas sobremesas.

