Pómulos prominentes, ojos oscuros, profundos, párpados pequeños con un repliegue casi infantil, nariz ancha, pelo largo, liso y negro, boca de labios gruesos, definidos y de sonrisa fácil. Nos recibieron en su casa, una sencilla y tradicional vivienda sureña, a diferencia de las chilotas, ésta contaba con luz eléctrica y agua potable.
Quedaron atrás sus costumbres de hacer vida en las canoas de piel de lobo marino, de cazar con lanzas de madera y hueso de ballena, hoy son recuerdos y artesanías construidas a pequeña escala para vender a turistas. Dejaron su itinerancia, dejaron de alimentarse de carne de foca y abrigarse con piel de nutria, y se habituaron a nuestro modo de vivir.
Su casa era un hogar cálido, en la que nos entibiamos junto a la cocina a leña, y donde conversamos mientras amasaban su pan. La comunidad kawaskar es una etnia condenada a extinguirse, ya no hay mujeres en edad fértil y hoy la componen sólo 14 personas, los Tonko, Pateriro, Edén, y Wellington, estos últimos, nombres de canales australes, en honor a navegantes extranjeros, con los que los Kaweskar fueron inscritos en registros civiles nacionales, apellidos más pomposos y fáciles de nombrar que los de su lengua indígena.
Su comunidad la forman cinco casas, concentradas en el extremo sureste de la pequeña caleta de 170 personas que alberga Puerto Edén.
¿Cómo se lleva su comunidad con los pobladores de la caleta? y en sincrónica actitud, la familia Tonko Paterito negó rotundamente tal unidad; “nos tratan como los Indios, así que no nos relacionamos con ellos”.
Sentí el estigma que marca a nuestros pueblos originarios, su denuncia a la intolerancia de nosotros “los civilizados de cemento”, sentí en su palabra la humillación y el desprecio que perciben hacia su raza y su cultura, y la carga cansada de sobrevivir desde la marginación y la exclusión.
“Somos 14, catorce los Kaweskar que habitamos hace miles de años esta tierra, nuestra tierra”
Ojala sea pronto que nuestras occidentalizadas costumbres, sepan valorar y respetar la historia de nuestros pueblos indo americanos, ojala sea pronto que oigamos las voces ancestrales que saben sentir y vivir en armonía la naturaleza, ojala sea pronto, porque ya se extinguen, se extingue su raza y su tierra.