Entré al bosque y aparece el olor húmedo de la tierra, el aroma del ciprés, cierro los ojos y respiro intenso porque ese mundo va entrando por mi nariz. Aspiro, los pies se calman, la marcha se amansa, canta el chucao!, viene la cosquilla, y una complicidad con este verde bosque.
Tropiezo con un árbol que se deshace en cientos de gotas, y el frío deja de importar, la lluvia extrañamente enjuaga la prisa, ya no molesta la humedad, el cansancio, ni las faltas …todo se hace calma, se hace gratitud.
Camino por el espeso bosque de Tortel, el cuerpo se entibia, los labios rojos y partidos sangran al sonreír, y no dejo de sonreír ni de sangrar.
Me hago parte del magnifico milagro de ser bosque, montaña y mar, y soy feliz, viva, diminuta, verde y feliz.
3 comentarios:
Dani, que bueno saber de ti, no sabía si estabas en mar o tierra (aun no le sé), pero me encanta leerte asi siempre liberada simpre llena, que gusto puedo imaginar el olor del verde y del mar... un tremendo abrazo
Carla C.
hola dani.
antes que todo, feliz día del trabajador, son pocos los que se atraven a estar en lo más autral de país para servir desde una profesión, servir a los más humildes y necesitados de salud tradicional...
ahora te doy las gracias por tus palabras escritas en el blog que me transportan a tu mundo y me llenan de sensaciones. Estas me llevan a un mundo distinto que me ayuda a escapar de concepción.
Jorge
ENTRADA A LA MADERA
"Con mi razón apenas, con mis dedos,
con lentas aguas lentas inundadas,
caigo al imperio de los nomeolvides,
a una tenaz atmósfera de luto,
a una olvidada sala decaída,
a un racimo de tréboles amargos.
Caigo en la sombra, en medio
de destruidas cosas,
y miro arañas, y apaciento bosques
de secretas maderas inconclusas,
y ando entre húmedas fibras arrancadas al vivo ser de substancia y silencio.
Dulce materia, oh rosa de alas secas,
en mi hundimiento tus pétalos
subo con pies pesados de roja fatiga,
y en tu catedral dura me arrodillo
golpeándome los labios con un ángel.
Es que soy yo ante tu color de mundo,
ante tus pálidas espadas muertas,
ante tus corazones reunidos,
ante tu silenciosa multitud.
Soy yo ante tu ola de olores muriendo,
envueltos en otoño y resistencia:
soy yo emprendiendo un viaje funerario
entre sus cicatrices amarillas:
soy yo con mis lamentos sin origen,
sin alimentos, desvelado, solo,
entrando oscurecidos corredores,
llegando a tu materia misteriosa.
Veo moverse tus corrientes secas,
veo crecer manos interrumpidas,
oigo tus vegetales oceánicos
crujir de noche y furia sacudidos,
y siento morir hojas hacia adentro,
incorporando materiales verdes
a tu inmovilidad desamparada.
Poros, vetas, círculos de dulzura,
peso, temperatura silenciosa,
flechas pegadas a tu alma caída,
seres dormidos en tu boca espesa,
polvo de dulce pulpa consumida,
ceniza llena de apagadas almas,
venid a mí, a mi sueño sin medida,
caed en mi alcoba en que la noche cae
y cae sin cesar como agua rota,
y a vuestra vida, a vuestra muerte asidme,
a vuestros materiales sometidos,
a vuestras muertas palomas neutrales,
y hagamos fuego, y silencio, y sonido,
y ardamos, y callemos, y campanas".
Pablo Neruda.
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