
Frente al horizonte, a lo lejos, una torta de luces gobernada por otra pequeña señal roja, dibuja mi destino….el Buque Cirujano Videla.
Salimos de Inio anocheciendo, nos montamos en el mar, y como en puntillas, nos camuflamos en este mundo irreal, navegamos entre decenas de pequeñas y medianas embarcaciones que son nuevas luces entre estos dos negros infinitos; la noche y el mar.
Entramos allí en un trance ronroneante de motor, nos mece el agua y en su lecho, flotando, estas pequeñas casas marinas iluminadas, guardan sus propios misterios, luces cálidas de donde se huelen cocimientos, asoma vapor de ollas, calor de chimenea, donde reposan los navegantes después de su largo día de sal.
Avanzamos, se queda atrás este poblado de lanchas con sus pescadores, queda atrás Inio, y entramos en la intensa oscuridad del glofo del Corcobado, mi horca de goma ruge y avanza rabiosa, deja tras de sí, un triangulo de espuma blanca, como queriendo dividir el agua.
Comprendo al mar, a los marineros, a mi abuelo, a cada uno de mis compañeros, comprendo porque estoy aquí, en esta dimensión ajena, en esta fracción de historia desconocida para toda realidad, justo en medio de los márgenes. Y respiro el viento frío, la boca salada y me gusta, me gusta sentir este pecho tan lleno de todo eso; de las ideas, los rostros, las historias, porque en cada espacio de la tierra o del mar, los dolores y las grandezas, son las mismas de toda la humanidad.
Avanzo por la oscura noche y el oscuro mar, me siento satisfecha, cansada, con hambre, pero tan plena,… haber visto a la pequeña y tímida de ojos azules que llena de temblores se me acerca y en un aterrado hilo de voz me dice “me toca control”, la pequeña que hace cinco meses no se despegaba de las faldas de su madre, hoy jugaba entre los niños de Inio, y frente a mi, quebraba sus temores alzando su voz. O Leopolda en su cuerpo doliente, ofreciendo siempre su misma sonrisa; dulce, humilde y agradecida, sonriéndome, aunque yo sea incapaz de calmar sus dolores.
Carla y Víctor creyendo en las transformaciones, en educar a los niños en igualdad, oportunidades y derechos, y su pequeña hija, Libertad. ¡Cómo crece la libertad!, como corre indomable entre los pangues y las ovejas, corre, se lanza y juega entre los niños del fin del mundo.
Navegamos y me siento feliz, fue un buen día, me siento parte de esta noche, de este mar, de este poblado desconocido de los canales chilotes.
Navegamos casi una hora y el frío se hace grato, la torta de luces se transforma en buque, nuestro gigantesco refugio de metal y ruido.
“Victor delta permiso para atracar a su costado” “Afirmativo a su última”
Son casi las 21:00 hrs, aun no comemos, un par de mates y pan amasado mataron el hambre, arriba nos espera un plato caliente, mi guatero para los pies fríos y mi angosto camarote, para descansar y entrar a mi propia isla.