lunes, 3 de septiembre de 2018

Normandía


Zumbido de grillos, a mi lado un enorme y bello muro de rocas rosa, crea un rincón perfecto para rescatarnos del mundo, mientras tanto de frente, el mar  traga de un sorbo al solemne sol naranja. Atardece,  mis pies se untan de sensaciones primarias, en el cielo golondrinas giran en su propio rito, juguetonas, divertidas, indescifrables.
Vuelvo a la niñez sentida, respiro el atardecer, al mar, los árboles se mecen y la briza entibia la dicha. Cae el día y la oscuridad se vuelve cómplice,  un fascinante Ahora.
La casona centenaria alberga luz y calor de antaño. Guarda manos y voces protectoras, risas conocidas, sabores cálidos y humeantes.
En lo nuevo de Normandía, todo lo ancestral (lo esencial) se vuelve presente. El pan compartido, los buenos días, el chapuzón al mar, los brindis, recolectar caracoles, los trasnoches y los festejos risueños.
Pasaron 20, 30 años. Mientras  nos rescatamos del tiempo, fortalecemos las alas,  acunamos vínculos y en el pecho respiramos certezas. Sí, Somos familia. 
Confiamos en nuestros vuelos y destinos, nos reconocemos y sumamos viejos y nuevos amores.
En los acantilados de Normandía compartimos horizonte, abrigamos raíces y proyectamos en calma el porvenir....

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